lunes, 9 de diciembre de 2013

A 30 AÑOS DE LA RECUPERACIÓN DE LA DEMOCRACIA. CUÁNTO NOS FALTA…


Por Daniel Senger

En el año 1983 nuestro país tomo la decisión de implementar un cambio de rumbo en cuanto a su estructura política y social.

Junto a otros países de Latinoamérica que estaban gobernadas por dictaduras, y que tomaban la misma determinación, retomamos el sistema democrático como instrumento de organización social.

Esto significó un cambio marcado, profundo, cultural. Por tal motivo, esta alteración  no se da en forma rápida, es un proceso. Visto de este modo, deberíamos observar cambios que paulatinamente nos lleven a un ordenamiento social que se ajuste a los lineamientos que este sistema (democrático) brinda. En nuestro país han pasado 30 años de aquél 1983, tiempo suficiente para que estos cambios no solamente se observen sino que, además, muestren resultados.

El sistema establece, entre otros, la creación de un conjunto de normas que determinan una conducta política y socialmente ordenada; el respeto de funciones, la distribución de tareas, la independencia de los poderes del estado, el fortalecimiento de las instituciones; y para que el ciudadano con su participación, sea protagonista.

La posibilidad que esta práctica nos otorga de elegir como ciudadanos a nuestros gobernantes, es parte del sistema, importante, pero no se agota en eso solamente.

Observamos generalmente, que si bien nuestras autoridades han llegado a la función pública a través del voto popular, ejercen el poder  excediendo los límites que esta función le otorga. Basta observar como avasallan desde el poder la independencia de otros. No solo eso, también someten a las instituciones sociales, a través de las cuales el ciudadano participa, columna vertebral del sistema democrático. Lo preocupante en todo esto, es que quien debe fomentar  y alentar este tipo de prácticas, para lograr asentar estas bases democráticas: las autoridades, no lo aplican e incluso, las desalientan. No basta la proclama, se necesitan gestos, disposición para hacerlo.

La reforma constitucional del año 1994 quiso atemperar el fuerte sistema presidencialista que se da en nuestro país. Evidentemente el cambio de las normas no basta, si quienes deben observarlas y cumplirlas, fundamentalmente para que sirvan de ejemplo a seguir, no lo practican.

El poder es parte de la organización social, se debe ejercer con la fortaleza que el mismo cargo le otorga, no más… y mucho menos debilitando a los otros. No lo debe hacer para realzar su posición frente a la sociedad, mucho menos para tener la suma del poder. Nos hacen ver que toda decisión u opinión en contrario amenaza la continuidad democrática, sin entender que en eso consiste.

Cuesta hacer entender a nuestros dirigentes que sus actitudes afectan el fortalecimiento del sistema democrático. La imagen fuerte que pretenden imponer desde la función yendo más allá de la que ésta le permite, debilita el sistema; y en esto no debe haber dudas, el fortalecimiento de la democracia es lo único, por hoy, que permitirá derrame sobre la sociedad mejores condiciones para todos.

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